El ser humano está biológicamente programado para el cambio, y gracias a nuestra adaptación al cambio hemos evolucionado como especie, pero a su vez, somos altamente resistentes al cambio.
¿Por qué ?
Primero, por qué nuestro sistema cerebral se basa en dos premisas básicas: la economía energética y la supervivencia.
Cambiar un patrón automatizado, reactivo y de respuesta veloz por otro nuevo conlleva un alto consumo energético. Es un proceso lento y nuestro cerebro se resiste a ese derroche de energía. Aunque el cambio sea para nuestro bien, la función de nuestro cerebro es mantenernos con vida, no hacernos felices.
Además, cambiar nos aterra ya que pensamos que implica poner en cuestión nuestra identidad. Y si cambio, ¿Qué seré? ¿Quién seré?
Para que nuestro cerebro nos conceda el derroche energético que implica cambiar, hay que estimularlo, y sólo la motivación de un nuevo escenario posible y mejor para nosotros puede ejercer esta función.
Y la cuestión de la identidad, en su libro ...