A nadie le gusta equivocarse, meter la pata, no saber hacerlo bien, en definitiva "cagarla". Pareciera que equivocarse es casi un crimen y se juzga como tal. Pero, va a ser que es la manera de aprender amigos.
En este experimento, publicado en la revista de Science Express, se llegó a la conclusión que cuando hacemos cosas nuevas disponemos de dos circuitos cerebrales: uno que incorpora las nuevas habilidades y otro que procesa las equivocaciones.
El segundo, el procesador de equivocaciones, es precisamente el responsable de detectar nuestros fallos "entre lo deseado y lo que realmente sucede y los memoriza para utilizarlos en un futuro". Vaya, el que nos permite aprender más rápido.
Cuando antes nos metamos en el error, antes aprenderemos a hacer las cosas. Pero hay que meterse en él, hasta el fondo, vivirlo en carne propia, acumular fallos para poder sacar conclusiones válidas y así mejorar en nuestra actuación.
Si aprender deriva de equivocarse, debemos ir
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